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Foto del escritorCasa Sola

Recordando a mamá

La relación con mi mamá siempre ha sido bonita y se ha basado en la confianza y el amor, sin embargo, luego de mudarnos de la casa de mi abuela, muchas cosas cambiaron. Empecé a sentirla lejana, peleábamos mucho, le perdí confianza y, en muchas ocasiones, la dejé de sentir como mi madre.


Después me mudé y cambié de ciudad. Creí que, al irme de la casa, la relación entre las dos empeoraría. Pero no fue así. En realidad, muchas cosas mejoraron.


No solemos hablar todos los días, porque mi mamá también estudia y trabaja, así que en muchas ocasiones, nuestras charlas se limitan a dejarnos mensajes de apoyo mutuo por la universidad, el trabajo y la vida en general.


Desde que vivo lejos he podido ser más consciente de sus esfuerzos y de lo afortunada que soy de que mi mamá sea mi mamá y de que me haya criado de la forma en que lo hizo. Ahora también entiendo porqué se enojaba por cosas mínimas como dejar el maletín en la sala, demorarme en lavar la loza, dejar la basura de los empaques y dulces encima de la mesa con la excusa de qué lo haría más tarde, entre muchas otras que antes me molestaban de ella.


Hay momentos donde la extraño tanto, me hace mucha falta cuando estoy enferma y no está ella para hacerme sus remedios con hojas y matas de todo tipo, me hace falta cuando no tengo a quién contarle chismes de personas que ni conoce o simplemente cuando necesito un abrazo de esos que solo mamá sabe dar.


Ahora creo que me parezco más a ella que antes y aunque tenemos que trabajar mucho en nuestra relación puedo asegurar que funcionamos mejor de esta forma. Cada una con su espacio, sus normas y sus distintos modos de vida, pero que estamos para la otra en cualquier situación.





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